La agricultura novohispana.


En el siglo XVI novohispano, la catástrofe demográfica indígena dio a los sobrevivientes un excedente de tierras de cultivo, adicionalmente, los bosques y selvas recuperaron parte de su espacio. Las comunidades no tuvieron problemas para continuar sembrando los productos tradicionales de la época mesoamericana: maíz, calabaza, maguey, frijol y chile, los cuales también eran principalmente de autoconsumo. Los españoles tomaron las mejores tierras sin dificultades y poco a poco asimilaron algunos productos autóctonos a su alimentación.  
Los indígenas llevaban siglos perfeccionando su trabajo en el campo, lo cual posibilitó mantener vigentes las técnicas tradicionales. También, la selección de las semillas apoyaba a la continuidad, al existir una diversidad de los cultivos resistente a la variedad climática y de suelos novohispanos (Lira, 2000: 326). Los instrumentos agrícolas europeos penetraron lentamente en las comunidades, al igual que los animales de carga.
Desde el siglo XVI, por parte de algunos españoles, el cultivo de los olivares y de la vid resultaron lucrativos. Sin embargo, el mercantilismo español buscaba mantener el monopolio de diversos productos para la península Ibérica, siendo incluidos los dos mencionados. Frente las autoridades monárquicas, los agricultores recalcaron las bondades de estas tierras para los cultivos de especies procedentes del Mediterráneo, no lograron mucho. Fuera de la normativa imperial, continuaron trabajando en algunos rincones como el valle de Atlixco, en la actual estado de Puebla.  
Una gran variedad de cultivos fueron introducidos por los españoles, aunque es de resaltar, el trigo era la base de su alimentación. Desde la expedición de Hernán Cortés llegaron los primeros granos, al poco tiempo, arribaron las principales variedades: blanco, amarillo, trechel, candeal, gordo, macizo y duro, junto con ellos trajeron el molino para facilitar su transformación en harinas. El cultivo estuvo presente donde existieron poblaciones de origen ibérico, algunas comunidades indígenas lo trabajaron para su comercialización.
Las haciendas y rancherías españolas convivieron con las comunidades indígenas en el centro y sur del virreinato. Por su parte en 1560, el Bajío resultó una novedad como zona agrícola, alimentaba a las regiones mineras del norte, principalmente a Zacatecas. En tierras más alejadas, en las regiones de los actuales estados de Sonora y Chihuahua, los misioneros religiosos enseñaron las técnicas agrícolas europeas a los pueblos que tenían alguna tradición campesina básica desde la perspectiva occidental.

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